Cuando Eduardo Gonza Aragón creó sus nacimientos characatos hace 18 años nunca maginó la acogida que tendrían en Europa, el Perú y Arequipa. Y es que no es para menos, a diferencia de los nacimientos tradicionales que tienen expresiones serias, sus creaciones tienen rostros alegres, casi sonrientes.
Cuenta que la idea nació luego de observar que en Arequipa los artesanos elaboraban figuras similares a las de Pucará, no había un estilo arequipeño definido, comenzó entonces a diseñar figuras que al verlas identifiquen a los habitantes de la Ciudad Blanca. Recordó los pasajes que marcaron su vida: los paseos a la campiña arequipeña, allí siempre encontraba al “loncco” arequipeño, ese personaje altivo con sombrero de paja, bigote, camisa blanca con la manga remangada, pantalón de vestir y descalzo.
Así, el primer personaje de su nacimiento fue San José, pero distinto al tradicional, e igual al “loncco” pero casi caricaturizado, es un personaje con el rostro alegre. Luego la virgen Maria de falda negra, blusa blanca y mandil rojo; y finalmente El Niño, a diferencia de los tradicionales está desnudo, echado de brazos y con el “potito” levantado. Los tres personajes usan sombrero, El Niño lo lleva indistintamente en la cabeza o sobre el “potito” para cubrirse la desnudez.
Incluso los animales tienen un elemento especial, sus rostros son humanizados, la vaca, el burro y la oveja parecen estar sonriendo. El taller de Eduardo Gonza está ubicado en la casa de sus padres, en el distrito de Paucarpata, allí trabaja con 30 jóvenes artesanos que aprendieron desde cero el proceso para elaborar las delicadas figuras, con la especialización que lograron pueden producir hasta 12 mil nacimientos mensualmente.
Produce hasta cuatro tamaños de nacimientos de entre 6 y 9 piezas cada uno, cuyos precios varían desde 1 hasta 20 dólares. Entre enero y agosto su producción es destinada al mercado internacional, desde agosto los nacimientos se destinan al mercado limeño y en diciembre al arequipeño, en la mayoría de veces se trata de imitaciones, pues Eduardo Gonza reconoce que primero las hicieron suyas los europeos, limeños, incluso lo arequipeños radicados fuera del país y finalmente sus paisanos.
La vivienda donde funciona el taller está dividida en áreas, todo el proceso comienza en el segundo piso, allí dos jóvenes se encargan de moldear las figuras, luego pasan al rasurado, hábiles mujeres se encargan de retirar los rebordes y limpiar con una esponja las impurezas.
Cuando la figura está completamente lisa es llevada al horno, sometida a 1,050 grados centígrados para cocer la arcilla. El proceso continúa con el pintado, se realiza en serie, cada artesana se encarga sólo de un color. Cuando las piezas están terminadas una joven se encarga de embolsarlas, envolverlas en periódico y colocarlas en cajas. No llevan una etiqueta que distinga las cajas, las figuras no las necesitan, además del toque especial en el diseño, llevan dibujada la marca de Gonza, “Quepay”.
Fuente: Diario La Voz
Cuenta que la idea nació luego de observar que en Arequipa los artesanos elaboraban figuras similares a las de Pucará, no había un estilo arequipeño definido, comenzó entonces a diseñar figuras que al verlas identifiquen a los habitantes de la Ciudad Blanca. Recordó los pasajes que marcaron su vida: los paseos a la campiña arequipeña, allí siempre encontraba al “loncco” arequipeño, ese personaje altivo con sombrero de paja, bigote, camisa blanca con la manga remangada, pantalón de vestir y descalzo.
Así, el primer personaje de su nacimiento fue San José, pero distinto al tradicional, e igual al “loncco” pero casi caricaturizado, es un personaje con el rostro alegre. Luego la virgen Maria de falda negra, blusa blanca y mandil rojo; y finalmente El Niño, a diferencia de los tradicionales está desnudo, echado de brazos y con el “potito” levantado. Los tres personajes usan sombrero, El Niño lo lleva indistintamente en la cabeza o sobre el “potito” para cubrirse la desnudez.
Incluso los animales tienen un elemento especial, sus rostros son humanizados, la vaca, el burro y la oveja parecen estar sonriendo. El taller de Eduardo Gonza está ubicado en la casa de sus padres, en el distrito de Paucarpata, allí trabaja con 30 jóvenes artesanos que aprendieron desde cero el proceso para elaborar las delicadas figuras, con la especialización que lograron pueden producir hasta 12 mil nacimientos mensualmente.
Produce hasta cuatro tamaños de nacimientos de entre 6 y 9 piezas cada uno, cuyos precios varían desde 1 hasta 20 dólares. Entre enero y agosto su producción es destinada al mercado internacional, desde agosto los nacimientos se destinan al mercado limeño y en diciembre al arequipeño, en la mayoría de veces se trata de imitaciones, pues Eduardo Gonza reconoce que primero las hicieron suyas los europeos, limeños, incluso lo arequipeños radicados fuera del país y finalmente sus paisanos.
La vivienda donde funciona el taller está dividida en áreas, todo el proceso comienza en el segundo piso, allí dos jóvenes se encargan de moldear las figuras, luego pasan al rasurado, hábiles mujeres se encargan de retirar los rebordes y limpiar con una esponja las impurezas.
Cuando la figura está completamente lisa es llevada al horno, sometida a 1,050 grados centígrados para cocer la arcilla. El proceso continúa con el pintado, se realiza en serie, cada artesana se encarga sólo de un color. Cuando las piezas están terminadas una joven se encarga de embolsarlas, envolverlas en periódico y colocarlas en cajas. No llevan una etiqueta que distinga las cajas, las figuras no las necesitan, además del toque especial en el diseño, llevan dibujada la marca de Gonza, “Quepay”.
Fuente: Diario La Voz
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